Recuerdo que cuando empecé a estudiar coreano por mi cuenta en 2012, me presentaron a Pau Carles, que trabaja en la Librería Gigamesh donde yo compro los comics de Superman americanos y estuve hablando con él pues ya llevaba tres años estudiando coreano en la E.O.I.B.D. y cuento esto porque cuando llegamos al restaurante Yalujiang precisamente estaba Pau Carles con un amigo suyo comiendo y fue una sorpresa. Retrocediendo en el tiempo, habíamos quedado a las 13.30 en la parada de metro de Tetuan (línea Lila). Yo llegué primero, al poco rato Laia y poco después Albert y Judit. Albert ya había estado pero no sabía la dirección exacta. Mi hijo, su novia y sus padres fueron una vez y les gustó mucho, pero tampoco se acordaban de la dirección exacta y no me la pudieron decir, así que nos pusimos en camino y poco a poco fuimos girando calles hasta llegar a Roger de Flor, 137 que es donde se encontraba el restaurante y donde ya estaban los amigos de Albert que a través del móvil nos habíamos ido comunicando.

Pedimos varias cosas para probar un poco de todo, como el típico Bibimbap, Chachanmión, Mandu, y yo pedí arroz frito con huevos y pizza coreana de marisco y una botellita de Soju que siempre acostumbro a pedir cuando voy a un restaurante coreano. Todas estas delicias y a las personas que estuvimos comiendo, hablando y riendo mientras comiamos, lo podremos ver en las fotografías que fui haciendo. Los dos platos que yo pedí, así como el Mandú eran los únicos que no eran picantes, los otros lo eran y aún se podían hacer más picantes todavía si se usaban las pequeñas tacitas conteniendo la salsa apropiada. Los amigos de Albert, Alejandro y Magda, creo recordar que se llamaban así, aunque como tengo memoria de pez es posible que cuando nos presentamos dijeran otros nombres y yo los haya cambiado. Albert me corregirá en caso de equivocarme y ya lo cambiaría.

Estuvimos bastante rato, mi amigo Pau Carles fue el primero en irse, luego Laura y las dos Sandras y la amiga que iba con ellas y al cabo de un rato nos fuimos nosotros. Habíamos quedado que Ainé vendría a tomar café pero nosotros mismos no sabíamos todavía a donde ir y fuimos andando tranquilamente en aquel día de sol con el cielo azúl y con ausencia de nubes, pese a que en el móvil el día anterior ponía que llovería. Finalmente llegamos a la Plaza Universidad y terminamos entrando en un restaurante japonés llamado Konichiwa al que nos llevó Laia y donde citamos a Ainé. Previamente nos habiamos despedido de los amigos de Albert por lo que hasta que llegó Ainé sólo estabamos Albert, Judit, Laia y yo. Pedimos tes y café y nos sentamos en unas mesitas rústicas que hay en la entrada ya que el fondo estaba reservado exclusivamente para comidas. Y estando allí empezó un suceso que tendría consecuencias posteriores muy divertidas.

Laia llevaba un nuevo móvil Samsung de tamaño gigante como los que se ven en los doramas coreanos modernos y resulta que empezó a recibir mensajes de un chico coreano que se hacía llamar Raúl y le preguntó si podían quedar pues él estaba en Barcelona pero mañana se iba (que coincidencias. El viernes pasado tambián había estado comiendo con un chico coreano que se iba de España esa noche). El caso es que dijimos de quedar todos con él, pero desafortunadamente el móvil de Laia se estaba quedando sin baterías y llegó un momento en que se perdió la comunicación y, aunque entre Albert y Ainé intentaron hacer filigranas para poder conseguir transferir los datos a sus móviles no se pudo hacer y decidimos ir un momento Laia, Albert y yo a buscarlo a la Plaza Universidad pues era la última ubicación que Raúl había mencionado. Pero nuestra búsqueda fue infructuosa por lo que volvimos al Konichiwa donde por cierto pedí un Whisky japonés que estaba delicioso, lástima que lo tenían en botellas privadas y no está comercializado porque me pareció el whisky más bueno que había probado en mi vida.

A Laia le sabía muy mal haber dejado colgado al chico coreano por culpa de la descarga de batería de su móvil, así que como no vive muy lejos de donde estábamos, decidimos pasar por su casa para cargar mínimamente el móbil y poder intentar reanudar la comunicación con el coreano. Allí se hallaba Enrique, compañero de piso y compañero de coreano del año pasado. Después de charlar un rato, conseguimos restablecer la comunicación y, aunque eran las 7 y ya era de noche, Laia quedó con él en la Plaza Cataluña ente las dos fuentes. El preguntó si irían más personas y Laia le habló de unos amigos. Raúl dijo que iba con una chaqueta amarilla. Nos dirigimos pues a la Plaza Catalunya en búsqueda de un chico coreano con chaqueta amarilla pero de entrada, aunque dimos la vuelta a las fuentes no lo vimos.

Sin embargo, al cabo de un rato vimos un chico que podría ser, aunque la chaqueta no era amarilla del todo. Yo me adelanté y le dije "Anyon haseyo" inclinándome levemente. El me miró, inclinó la cabeza pero en vez de pararse aceleró el paso. Volví y les expliqué a Judit, Laia y Albert lo ocurrido y seguimos tras sus huellas y efectivemnte estaba parado detras de las fuentes. Me volví a adelantar y me acerqué a él y le dije (romanizado): "Anyon haseyo. Chonun Laia e chingú imnitá" y le dije que viniera conmigo para conocer a Laia. El chico entendía y hablaba el español suficiente para poder entendernos, aunque estaba sosprendido y "medio desconfiado" pero afortunadamente llegaron Laia y compañía en seguida y al hacer las presentaciones vio que en verdad era un amigo de Laia y no alguien que pretendía "algo raro" con él.

Así que nos fuimos a Los Montaditos de Rambla de Cataluña y aúnque estaba a tope, afortunadamente a la entrada había una mesa y cinco taburetes para sentarnos alrededor y allí estuvimos hasta las nueve en una reunión divertida, agradable, provechosa para aprender coreano y para él aprender español. Yo aproveché para hablarle con fragmentos de mi discurso de oratoria que venían a cuento lo que le causó sorpresa. Lógicamente hablamos de doramas coreanos, de música pop coreana, de lo que estudiábamos cada uno, de donde éramos, de los idiomas que hablábamos. El resultó haber nacido en Busan. Judit le pidió que nos dijera algunas frases que ella decía pero en el coreano de Busan, que resultó ser muy diferente del que nosotros estudiamos que es el "standard" de Seúl. Raúl, que es el nombre que usaba en España, había estado en Sevilla y allí pudimos hacer la comparación que el español de Barcelona era al de Sevilla como el coreano de Seúl lo era al de Busán o el francés de París al de Perpiñán. Laia imitó perfectamente el andaluz de un amigo gaditano que tenía.

El caso es que nos lo pasamos muy bien y yo no dejé de preguntarle qué había pensado cuando me acerqué a él la primera vez y se partía de risa porque nos contó que le habían hablado de que se podía encontrar con ladrones y cuando yo me acerqué la primera vez, era tan inusual que se medio asustó. Luego, cuando nos fuimos hacia el metro de la Plaza de Catalunya que es donde nos íbamos a separar, en el camino le enseñé una hoja que llevaba en el bolsillo del abrigo con unas prácticas de coreano que había escrito y me dijo que tenía una letra muy bonita y hasta me corrigió una falta. En una frase que hablaba de estar en un restaurante y que yo había puesto "Shiktang e" me dijo que tenía que poner "Shiktang eso", que me faltaba la sílaba "so". Efectivamente, así era. Y al llegar al metro nos despedimos de él todos muy alegres y satisfechos, fuimos al metro de Universidad donde Judit y Albert lo cogieron y Laía se fue hacia su casa y yo hacia la mía que están en sentidos contrarios, aunque cercanas. Un día estupendo, que aunque aquí parezca largo lo que he escrito, la realidad fue, lógicamente, muchísimo mayor. Yo no salgo en ninguna foto porque soy el que las ha hecho todas.

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